«El Corán es igualitario, hoy Alá diría portavoza»
Amanda Figueras. / LAILA SERROUKH
La periodista Amanda Figueras, convertida al islam, asegura que «para
muchas mujeres llevar velo es una herramienta de lucha contra el sistema, igual
que para las Femen lo es mostrar el pecho»
ARANTZA FURUNDARENAMartes, 27 febrero
2018, 09:28
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Para esta catalana de Vilafranca del Penedés todo comenzó cuando le tocó cubrir
como periodista los atentados del 11-M. A partir de ahí, empezó a indagar sobre
el islam. Profundizó cada vez más y un día, leyendo el Corán, sintió que debía
hacerse musulmana.
Hoy a Amanda Figueras le cambia la voz cada vez que pronuncia el nombre de
Alá. A sus 40 años tiene un bebé de nueve meses, está casada con un egipcio
musulmán y se siente feminista. Ha explicado su transformación en un libro
editado por Península bajo el título 'Por qué el islam'.
–Creo que no se considera conversa.
–No me he convertido porque aunque me educaron en un entorno cristiano mis
padres no me bautizaron. Y en la palabra converso hay un sentido de traición
que no comparto.
–¿Cómo reaccionaron sus padres?
–De la manera normal, con miedo. Pensaban que me estaba metiendo en un modo
de vida restrictivo, violento, oscuro... Que me pondría en una situación de
inferioridad respecto a los hombres. Pero con el tiempo, al ver que el islam no
me ha hecho daño sino todo lo contrario, lo han aceptado con total naturalidad.
–¿En qué le ha beneficiado el islam?
–En haber encontrado una guía, un sosiego, una esperanza. La fe es como una
medicina para el alma.
–¿Sintió una revelación mística, una llamada?
–No fue una llamada, pero sí un despertar. Yo antes daba gracias a la vida
y ahora le doy gracias a Alá, el creador del universo y de todas las cosas.
–¿Es necesario seguir un credo para obrar bien?
–Evidentemente no hace falta tener una religión para ser buena persona.
Pero yo sí me siento mejor persona siguiendo lo que me dice el islam.
–¿Y qué le dice?
–Lo importante es darnos cuenta de que nuestra vida en la Tierra es una
vida corta. Para nosotros es importante sembrar aquí para cosechar en la otra
vida.
–¿En ese paraíso lleno de huríes...?
–Hay mucha manipulación por parte de la gente que intenta intoxicar el
islam. El paraíso que Alá nos promete en el Corán es un lugar eterno donde no
hay ni sufrimiento ni dolor y hay bondades iguales para los hombres y las mujeres.
El Corán es muy justo, igualitario e inclusivo, aunque esto se desconozca. Yo
si me pongo a imaginar, creo que Alá hoy podría decir 'portavoza'.
–No parecen muy igualitarios países musulmanes...
–El mundo árabe es una minoría dentro de los países islámicos. Hay países
de mayoría musulmana en los que hay mujeres presidentas mucho antes que en
países cristianos. Es importante dejar de repetir que el islam mantiene a la
mujer sometida, porque una cosa es lo que dice el islam y otra lo que hacen las
sociedades musulmanas.
–Es que lo hacen en nombre del islam.
–Mire, en 2010 unos investigadores de la Universidad de George Washington
en Estados Unidos hicieron una clasificación de los países que más seguían la
'sharía' o ley islámica, que aquí se asocia con pena capital, pero en realidad
la sharía es la manera de vivir el islam en todas sus obligaciones y derechos.
Tras analizar países tanto musulmanes como no musulmanes resultó que el primer
país que sigue la sharía es Nueva Zelanda.
–¿Nueva Zelanda?
–Sí, seguido de Luxemburgo e Irlanda. Y el primer país musulmán en aparecer
en la lista es Malasia, en el puesto 38. Es decir, el islam nos garantiza una
serie de derechos, un cuidado del medio ambiente, un reparto equitativo de la
riqueza, bienestar animal, protección de los huérfanos... Hay que arrojar mucha
luz sobre el islam porque se ha oscurecido el verdadero sentido.
–¿Y quién lo ha oscurecido?
–Desde Occidente hurgamos continuamente en los países musulmanes y tendemos
a juzgarlo todo con nuestros estándares 'occidentalocéntricos'. Hay mucha
tendencia a reducir las cosas. En el imaginario colectivo el islam es una
religión retrógrada, represiva... Yo en mi libro intento dar una visión más
real y creo que es importante que lo cuente alguien musulmán, que lo ha
experimentado. Por lo menos que nuestra voz sea oída.
–Su marido es musulmán. ¿Se convirtió por él?
–No, yo no me acerqué al islam por mi pareja. Sin embargo, es frecuente y
no tiene nada malo. Hay mujeres que conocen a un chico atleta y ellas también se
ponen a correr. Nuestras parejas nos influyen mucho en la manera de vivir. No
es que nos coman el coco. Los musulmanes no tienen penes mágicos que nos hacen
convertirnos a las mujeres a su religión.
–¿Qué pensaba de las mujeres con velo cuando era una periodista
agnóstica?
–Me producían curiosidad. Tenía la sensación de que se estaban limitando.
Me preguntaba por qué lo hacían.
–Eso le pregunto yo. ¿Por qué lo hace?
–Primero quiero dejar claro que yo defiendo la no obligatoriedad del velo.
Nadie puede obligar a una mujer a usar el velo y nadie puede prohibírselo. Hay
mujeres que piensan que es un mandato divino. Otras lo hacen por sentir que
pertenecen a una comunidad. Otras por luchar contra los cánones de belleza
establecidos...
–¿Y usted?
–A mí el velo me hace sentir bien. Me gusta mostrar orgullosamente que me
reconozco como musulmana. Además, estoy convencida de que me hace ser mejor,
porque siento que Alá está conmigo en todo momento y me recuerda el deseo de
agradarle. El hiyab para mí es una manera de estar en el mundo.
–¿Y el burka?
–Personalmente no me gusta. Pero entiendo que las mujeres deben de tener el
derecho de elegir, igual que tengo yo el derecho de elegir el velo. No hay que
legislar en torno al burka igual que no legislamos sobre el casco del
motorista. La mujer musulmana que decide usar el velo como una herramienta de
lucha contra el sistema está haciendo lo mismo que las de Femen enseñando su pecho.
–¿A usted qué le prohibe su religión?
–Lo que más se conoce aquí son los ‘noes’ del islam: no al cerdo, no
alcohol, no a las relaciones prematrimoniales. No es que me lo prohíba. El
islam nos enseña a apartarnos de las cosas que son perjudiciales para nosotros.
Por ejemplo, el alcohol. Yo no lo bebo desde que soy musulmana y no lo echo de
menos.
–¿Le hacía daño?
–Sí, me ha puesto en situaciones de peligro en muchas ocasiones. Además,
hay muchos abstemios no musulmanes. Y en cuanto al cerdo, cuando alguien tiene
un problema de salud, la primera carne que se quita de la dieta del enfermo es
la de cerdo.
–¿También es saludable el ayuno del ramadán?
–Por supuesto. Y le animo a que lo pruebe. El ayuno está en muchas
religiones. A mí me coloca más fácilmente en la posición del que sufre, del que
no tiene recursos. Me hace estar más viva ante las desigualdades. Es un mes de
ayuno para alimentar el alma.
–¿Tiene lógica vivir según los dictados de un libro escrito hace 1.500
años?
–Es que la fe no es lógica. La fe es fe, es un sentimiento y no se puede
explicar.
–Imagino que habrá recibido muchas críticas.
–Es gente que no conoce el islam. Aquí existe un apellido como Matamoros y
no molesta a nadie... Pero yo creo que el islam es la mejor manera de estar en
el mundo y así se lo voy a transmitir a mi hijo.
–¿Se siente una mujer liberada?
–Espiritualmente, sí. Me siento en paz, segura, tranquila. La libertad en
términos espirituales no tiene nada que ver con la libertad en términos
materiales.